Extracto de EL PISOTÓN DEL UNIVERSO. MANUAL TÉCNICO DE SUPERVIVENCIA EN LA ILUSIÓN.
25 enero 2020
JORGE PELLICER
La consciencia, el camino de consciencia, te lleva a darte cuenta a, cada vez a un nivel más profundo, ¿desde dónde me estoy expresando, y qué es lo que estoy expresando?
Aquí estoy hablando de un propósito interno. Estamos hablando de un sistema de pensamiento. ¿Desde qué sistema de pensamiento me estoy expresando?
Tú dices, «siento una necesidad imperiosa de expresarme porque si no me expreso me muero». ¿No? Y ahora es, bien, ¿Qué es lo que expreso a nivel profundo?
Esa necesidad de poner un límite, en realidad, es un camino de honestidad. En lugar del límite, es honestidad.
La honestidad te lleva, como te decía antes, es: ¿desde dónde me estoy expresando? Tú estás diciendo: quiero poner un límite. En realidad lo que quiero es estar en paz conmigo, en realidad lo que quiero es una disolución de la culpa. Por eso digo: ¿desde dónde me estoy expresando, desde qué sistema de pensamiento?
Si yo estoy, si me encuentro mal, si me encuentro ansiosa, y me encuentro nerviosa, me estoy expresando desde ahí. Y ahora lo que quiero es que se me deje tranquila, ¿vale?
Es, lo que estoy expresando es… ¿desde qué estado? Estoy en un estado de preocupación, estoy en un estado de nerviosismo, y me comunico desde ese estado. ¿Para qué?
Para decir: «Déjame» pongo un límite. «Déjame en paz, ahora no quiero saber nada de esto». Bien. Ahora es, ¿desde donde lo estoy expresando? ¿Qué es lo que estoy expresando? y… ¿Para qué lo estoy expresando? ¿Qué es lo que estoy sintiendo?
Yo te entiendo perfectamente. Que es, cuando uno tiene un problema, siente que tiene un problema. Mejor dicho, “cree” que tiene un problema. Toda su energía y su enfoque mental está dirigido a ese problema. Cuando tengo tanto problema surge una necesidad de supervivencia, ¿de acuerdo?
Es, todo me sobra. Tengo que enfocarme plenamente en este asunto y dejo lo demás como apartado. No es que lo que te está pasando… Tú dices: Quiero poner un límite, pero, en realidad, lo del límite no surge desde este estado. Ese límite, en realidad, es un proceso de honestidad y de inocencia contigo misma.
Es decir, ¿como pondré el límite?
El límite no lo pones tú, a nivel horizontal, desde el cuerpo y la persona… El límite se expresa naturalmente cuando hallas tu inocencia. Si tú dices: quiero aprender a poner límites, yo te diría: «Halla tu inocencia y deja que sea ella la que se exprese y reorganice absolutamente todo, para que no tengas que ponerlos».
Entonces, imagínate; Si tú sientes tu inocencia con tu proceso, tú estás en un proceso de, cómo dices, siento que debo abrirme al amor, pero no hago las paces con esto, porque creo que tengo que atender todos estos frentes. Por tanto, me siento culpable de no darles lo que me piden que les dé; soy culpable si no les doy lo que me piden.
Cuando yo empiezo a amarme, a perdonarme, que significa reconocer la inocencia de este proceso natural, donde voy abriéndome a mí mismo; qué significa que empiezo a aceptar mi inocencia, eentro de Un Curso de Milagros sería: me perdono. Perdono es: me libero de la culpa, porque una parte de mi mente me está diciendo que tengo que atender a eso para mantener el amor.
Y, entonces, me niego a mí misma para darme, creyendo que voy a obtener de eso lo que busco. En este proceso de inocencia, cuando empiezo a aquietarme y a saber mi inocencia, a reconocer la inocencia impecable de mi ser, entonces, ¿qué pasa?:
Que desde aquí, ya no actúo desde el ataque, ya no me defiendo.
Es lo que tú decías: ¿Cómo me expreso? ¿Cómo pongo el límite? Y digo, no digas: necesito mi tiempo, qué puedes decir, obviamente. Pero deja que desde tu inocencia se exprese. Porque desde tu inocencia todo está empapado de inocencia. Por tanto, el camino que se despliega y se organiza, es, desde el estado de inocencia tuya, no desde la rabia.
Que puedes… puede uno hacerlo, perfectamente y sin problemas. Puede uno decir: Basta, no quiero esto. Pero el tema es, ¿desde dónde lo estoy haciendo?
Dicho de otra manera, a medida que yo acepte mi inocencia en el proceso, empezaré a reconocer que ya no tengo que buscarla haciendo al otro sentirse bien que es lo que pasa.
¿Pero qué pasa? Que como yo quiero, voy hallando mi inocencia, voy naturalizando todo este camino, voy sintiéndome inocente y cada vez que vaya tocando esta inocencia, voy expresándome desde ahí.
Tú dices: he hecho las paces conmigo en este proceso, ahora mismo, estoy abriéndome al amor. Y está bien, y hago las paces, y soy inocente, y no soy culpable por dirigir todo este enfoque a mí mismo.
Me perdono, soy inocente, no tengo que hacer méritos, no tengo que conseguir nada. Hallo la inocencia de mi ser. Pero desde esta inocencia he hecho tanto las paces con mi proceso, que ¿cómo me voy a comunicar con el otro? Yo ya he hecho las paces con esto y estoy en paz. ¿Cómo voy a expresar?
Es decir, «entiendo lo que dices, pero respeto mis tiempos y mi momento». Y te entiendo perfectamente. Pero respeto mis tiempos y mi momento. «No puedo darte algo que yo no sienta». «No puedo expresar esto si no estoy ahí».
Entonces, tras un proceso de perdón e inocencia conmigo mismo, me expreso desde ahí. Y es lo que tú llamarías un límite en el plano horizontal. Pero jamás en la verticalidad se ponen límites. Sí que se expresan desde el estado que habito, ojo!
Imagínate, voy a ponerte otro ejemplo, paralelo, para que se entienda esto de los límites, vale? Que es muy interesante…
¡Imagínate que confías plenamente en tu hijo o tu hija; completamente! Ves el Dios en ellos; Ves su capacidad ilimitada. Los ves rebosantes de vida y rebosantes de los talentos de Dios en ellos; de alguna manera tu certeza, tu visión, tu claridad con respecto a ésto está poniendo todos los “límites” a lo que va a acontecer. Pero tú no lo vives jamás como un límite. A esto lo llamo la autoridad de ser.
Es la firmeza de Dios. Es decir, veo sólo Dios. Sólo veo Dios en ti, entonces, ¿qué pasa? Que no estoy viendo otra cosa. Si sólo veo Dios, no estoy viendo otra cosa. Imagínate que este niño, es un ejemplo sólo, empieza a decir lo mal que hace las cosas, y lo que no puede, o que no se siente capaz… Tú desde tu estado, y tu claridad de certeza, ya has puesto límite ahí. Ya has dicho que no entras ahí, y ya has dicho: no puedo no verte capaz. Por tanto, la expresión que surge de mi estado de consciencia y visión interna es una de certeza en ti.
Por tanto, hay cosas que dirás desde ese estado, afirmarás desde ese estado, actuarás y extenderás desde ese estado. ¿Aquí qué pasa? Que no reafirmas la creencia y la ilusión del otro, ni la tuya, que es la tuya, no la reafirmas. Entonces, si lo viésemos desde el ángulo de la horizontalidad, uno desde ese análisis simplista y superficial diría está poniendo límites. Pero desde tu verticalidad, dirías: «¿cómo voy a poner un límite si lo que estoy viendo es a Dios en él?». Si a eso le llamas límite, si se está expresando naturalmente… porque estoy diciendo no un sistema de pensamiento sin decirle no.
Esto es como ¿pone la luz límites a la oscuridad?
Es que la luz cuando se acerca se disipa. Desde el plano horizontal, podríamos decir: ¿ves la línea de corte entre la luz y esa penumbra? Hay un límite ahí. No no, es que no hay límite.
Tú acerca la luz y verás como desaparece el límite, pero, a un nivel superficial ves dibujado un límite.
Y por eso muchas veces se dice: pon tus límites. Desde esta línea diría: accede al estado y deja aquí que el mismo estado tenga su forma de manifestarse, de expresarse. Así que el límite de alguna manera, o la expresión -que me gusta a mí decirlo- surge de manera natural, no conductual.
La mente es el medio de expresión del espíritu, ¿de acuerdo? O sea que la mente no es mala. La mente es una fiel servidora, que sirve a tu corazón, que sirve al espíritu, que da servicio. Es un medio.
Es el medio a través del cual extiendes el amor. Por tanto, cuando se habla de la mente es el problema… ¡no!. Hay que diferenciar entre mente y sistema de pensamiento, ¿de acuerdo?
Porque se habla del sistema de pensamiento del espíritu, perteneciente a la mente.
Entonces, la mente está el servicio. Cuando tú la pones al servicio del espíritu, entonces expresas y canalizas el ser que eres, el Dios que eres, ¿de acuerdo?
Entonces tú dices ¿la inocencia se recuerda con la mente o se vive con el corazón?
Es que es lo mismo. No se puede separar, porque cuando la vives con el corazón, has puesto la mente al servicio, para que la vivas. Sólo que parece que no; porque has dicho: sólo la estoy sintiendo. Y digo: sí, pero para sentirla has utilizado tu mente, para entregarla, es decir, para rendirla, para que sea el canal o el medio a través del cual vivo, siento y experimento mi inocencia.
Cuando sientes tu inocencia, has puesto la mente al servicio de la inocencia, sino no la sentirías.
Has dicho «fin de cualquier justificación y defensa, lo que quiero es sentir y profundizar y traer al consciente la inocencia de mi ser».
Todo esto lo estás haciendo a través del medio creativo que es la mente. El estado de no mente, en realidad no es preciso. Sería el no sistema de pensamiento de negación del Dios qué soy.
Cuando la mente está tan limpia, que no ha superpuesto otra imagen, simplemente expresa el Yo Soy que eres.
Por tanto, siento la inocencia.
Podríamos decir que en ese mismo momento, dependiendo de las etapas en el que uno se halla y se crea, la mente empieza a traer al consciente un silencio interior, que es el ser que soy. Y sobre ese ser empieza a emanar, empieza a abrirse la mente, la mente se abre, mentalidad abierta,… profundiza, es como, no deja hueco, no hay otras cosas que interfieren; simplemente está al servicio, mirando.
La mente mira. Entonces, cuando mira, está al servicio de aquello de lo que quieres mirar. Por ejemplo, si miro la inocencia de mi ser, la mente se convierte en el medio a través del cual miro la inocencia y emana la inocencia. Entonces has unificado mente y corazón.
No puedes no unificar; no es una cosa de mente y otra corazón, es que van juntas, es que no puedes…. «mente a ti no te voy a hacer caso; ahora voy a hacer caso aquí».
Es imposible. No puedes salirte de la única mente, como dice Un Curso de Milagros, Dios es la Mente con la que pienso.
Entonces, sólo yo gobierno “mi mente” dice el curso. La pongo al servicio del Espíritu. Entonces, ¿qué significa? Siento la inocencia de mi ser. Cierto es que la inocencia no es un pensamiento, ni es un constructo mental, ni es una imaginación.
La inocencia es un hecho. Es el hecho de tu presencia. Es la presencia desvinculada de todo constructo mental de falsa identidad.
Es cuando voy en la verticalidad y hallo el Yo Soy que soy permanente libre de toda idea, y libre de expresarse en toda idea.
Y cuando hay ese centro, esa columna vertebral, que es Dios mismo, es la presencia de Dios. Es ahí donde hallo la inocencia.
Es en este ser impecable donde hallo la inocencia con el que soy uno. Y ahora surge este proceso consciente de unificarte, porque si tú, imagínate que vas hacia adentro, y hacia adentro significa hacia el ser que soy, hacia la consciencia de mi presencia, y tú en tu presencia hallas inocencia, la siguiente pregunta es: ¿y cuánta distancia hay entre tú y tu presencia?
Y tú dices: ¡Soy yo misma! Pero hay veces que la percibo como algo en mí y hay veces que unifico. Digo, pues bienvenida a la danza entre Padre e hijo. Es la relación santa entre tú y tu Yo Soy donde dices «la inocencia de mi ser y yo, somos uno».
«¿Pero aquí quién está hablando? ¿Hay dos?» Pero si todo esto es verdad… claro, como estamos expresando con la palabra, y la palabra ya es símbolo, implica horizontalidad. Cuando tú dices la inocencia de mi ser y yo somos uno, por tanto, he aquí la inocencia de Dios, por tanto yo soy la inocencia de Dios aquí presente. Te unificas.
Y todo esto que estoy comentando con palabras, es una vivencia interna, donde he puesto la mente al servicio del espíritu. He mirado la inocencia impecable de mi ser, me he sentido unificada con ella, me he asociado y unificado en relación, y ahora yo lo soy y Dios se comparte conmigo.
Así que ahora el Padre y yo somos uno, y su inocencia es la mía y la mía es la suya.
Por tanto, en todo este proceso es cuando, al unificarme, se extiende. Y ahora, es cuando la extiendo en el plano horizontal. Cuando la he hallado en mí, y se expresa naturalmente.
Y aquí es donde, como te decía antes con respecto a los límites, es ella misma la que se expresa. Muchas veces se dice: me hago a un lado. No es que ya me he hecho, ya me he unificado, ya me he hecho a un lado, es que ya estoy siendo la inocencia perfecta.
Por tanto se está expresando naturalmente. Tu mente se ha unificado con el Espíritu.
Entonces, «me han preguntado y me he sentido atacada», ¡no!, ha sido una invitación para que te reafirmes en tu inocencia, para que todo este proceso que te acabo de decir, lo vivas. Pero al tener dudas con respecto a mi inocencia y creer que mi inocencia tiene que defenderse, y que es un constructo mental…
No es porque sí, no observo, no escucho esa palabra…
Voy a mi templo interno, voy a mi ser y digo: ¡Ah qué inocencia perfecta! Es que nada llega, nada irreal existe, y nada real -la inocencia- puede ser amenazado. Entonces descansas en la claridad. Has utilizado la energía de la ofensa y la has “alquimizado” y transmutado en el reconocimiento de tu inocencia. Has transmutado los metales en oro. Has utilizado la energía para santificar, para reconocer tu santidad.
Por tanto ya no hay ofensa. Se expresó algo, canalice esa energía y la transmuté en el reconocimiento de mi inocencia. Me maravillé, me expresé y me ví desde ahí. Esa es la respuesta alineada. Tú dices: «¿de dónde viene esto?» De un sistema de pensamiento. Hay dos., el sistema de pensamiento del espíritu o el del ego.
Entonces, ¿de dónde viene esta herida? Viene del propósito, que es el sistema de pensamiento, del deseo oculto que es el propósito y el objetivo de negar lo que soy; sólo es eso.
Jamás de los “jamases” vino del pasado. Jamás. No puede existir. No puede ser. Viene de que yo, ahora, inconscientemente, estoy sosteniendo un propósito de no ser. Deseo no ser quien soy. Y esto se llama: la separación de Dios. Me separo de mi inocencia mentalmente. Me separo de mi valía. Pero la separación no puede ocurrir porque tú eres. Entonces me disocio con lo que yo soy y vivo una experiencia de no ser. Así que siendo inocente, me experimento no inocente, culpable, porque estoy negando ahora mismo la inocencia de mi ser -su efecto-.
Pero fíjate, tú estás hablando de un patrón sostenido ahora, y vamos a hablar de la horizontalidad, que cuando eras pequeñita, el mismo patrón estaba activo. Si hubiésemos estado comentando ésto y nos remontásemos a cuando tenías 4 o 5 años, la conversación es la misma. O sea que podríamos decir, que la conversación es siempre la misma, hasta que suelte el patrón. En ese mismo momento, previo a pasar esa escena, hubiésemos comentado lo mismo. Tu inocencia está garantizada.
Es como… no va a ocurrir algo.
El mundo es efecto, no es causa, así que no pasó eso y luego yo lo incorporé. Es que ya estaba activo en mí y se mostró, y yo lo reafirmé.
Por tanto dices: «Ahora me vienen recuerdos»… y, sí, eso es normal. Te van a venir recuerdos posteriormente para comprender: qué estoy sosteniendo ahora. Si yo tengo una piedra azul desde pequeñita, y ahora…la tengo sostenida, ¿no? y ahora digo: mira estás sosteniendo una piedra azul. Y dices. No, no, es que esto es de la piedra que sostuve en la infancia. Digo: es la misma piedra. Si la sueltas en el pasado, ahora mismo no la tendrías en la mano. Y si la sueltas ahora, en el pasado no la tendrías.
Porque el tiempo está dentro del ahora. Es decir, cuando yo perdono mi infancia ya no hubo nada que perdonar. Por lo tanto, mi ahora es libre de culpabilidad del pasado. Ahí está lo que hemos hablado muchas veces: todo el tiempo está contenido dentro del ahora.
Esto es muy importante. Sólo hay ahora.
Me dices: ¿Quieres decir que cuando yo perdono, en la línea de la horizontalidad, se limpia por completo y ya no hay nada que perdonar? Sí.
¿Quiere decir que si esa piedra azul la suelto, que si esa niña pequeñita la suelta, ya no tiene la piedra azul? Sí, así es.
Es que la horizontalidad, si propongo para representar en la cruz, la horizontalidad no es un símbolo preciso, en el sentido que la verticalidad es omnipresente y la horizontalidad está dentro de la verticalidad. Normalmente se representa así, ¿verdad? (Hace con las manos el símbolo de la cruz).
Parece como que hay dos extremos de la horizontalidad que sobresalen de la verticalidad, ¿no?, no es así. La verticalidad es omnipresente, y la horizontalidad está dentro de la verticalidad.
Por tanto, en realidad no hay una cruz. La cruz está dibujada dentro de la verticalidad. ¿Qué quieres tú decir que la vertical es ahora? Sólo hay ahora. Y ¿el pasado dónde está? Ahora.
Por eso cuando suelto un viejo resentimiento todo mi pasado se ha sanado. Porque el pasado está contenido ahora. Entonces, yo ya no tengo acceso a ser víctima. Es decir, no puedo ser víctima en un momento si ahora soy inocente.
Si soy inocente, toda mi línea horizontal se ha sanado. Tanto pasado como futuro, porque ambos están contenidos en el inocente ahora absoluto. Por eso es: ni tu inocencia vino del pasado ni tu culpa vino del pasado. Es un propósito que estoy sosteniendo ahora. Y tan pronto lo suelte, se llena toda mi horizontalidad, de la frescura del momento presente; de los atributos de Dios.
Así que cuando ahora suelto la culpa se disuelve en toda la línea.
Pero es verdad que hay veces que se vive de esa manera, que vienen recuerdos, cuando la suelto, de aquellos momentos cuando me sentí culpable. ¿Para qué? Para que los envuelvas en la luz de tu inocencia ahora y reconozcas que nunca pasaron, porque nunca fuiste culpable.
Por tanto, la ilusión se disipa y sólo queda la verdad en tu consciencia.
Muchas veces estamos viviendo un proceso interno… y estamos tan absortos en él, que quien viene nos molesta.
Entonces, una manera muy muy bonita, que es la honestidad y la expresión, es… en lugar de… (porque forma parte del mismo proceso de inocencia, ¿vale?, es como que está unido, pero, como tú dices: ¿cómo se puede expresar en la horizontalidad de una manera clara?
Pues, es esta la respuesta:
Cuando tú al otro lo incluyes, en lugar de lo separas, te nutres de la inclusión.
Cuando tú te relacionas con el otro, en lugar de rechazarlo, es decir, en lugar de decir: -«espera, espera, que ahora…» Esto es un ejemplo, ¿vale? Pero en lugar de decir: «espera, espera, que no estoy para ti»…
Si tú, dado que en la forma hay una persona con la que compartes, esta viene a ti y te pregunta, es muy bonito poder expresarte y decir: «mira ésto es lo que me está pasando ahora mismo. Ahora mismo he tenido una discusión con tal, y ya tocaba algo importante, ahora empiezo a darme cuenta de esto…»
Yo me he dado cuenta de que muchas veces cuando expreso, lo estoy, en lugar de analizando para mí mismo y para mis adentros, lo estoy expresando con el otro, que ha venido a escuchar lo que estoy viviendo. No tiene nada que ver con nadie, es una cosa conmigo, pero dado que estás conmigo, estoy expresando.
Y, hay un puntito aquí muy interesante, que es, simplemente estoy narrando lo que está aconteciendo en mi interior. Es como una narración, ¿sabes? No es que te metes en el ajo. Es como un comentarista que está narrando algo. Tú te posicionas en la posición “comentarista”y es muy útil. Y empiezas a narrar al otro, con una sencillez, todo el proceso que estoy viviendo donde no estoy haciendo culpas a nadie, simplemente estoy narrando lo que estoy viviendo.
¿Entonces qué pasa? Que aquí no vas a sentir nunca esa invasión porque estoy narrando; porque es como que estoy comentándote algo. Mira, «está pasando esto, estoy viviendo este proceso, y se ha comentado esto; y ahora mismo estoy dándome cuenta de cómo ha tocado esta idea.» es una especie de narración. El otro escucha, el otro te siente. -«No puedo estar contigo»- No: «Es que ahora mismo siento algo en mí que me está llevando; me está llevando a irme para adentro. Es curioso porque es como un pensamiento que me lleva a querer estar recluido para sanar algo». ¿Qué estoy haciendo? Estoy hablando contigo de una narración interna. ¿Te das cuenta? ¡Qué pasada! ¿Sientes la apertura de una puerta nueva. Una opción nueva, donde narras? Sólo vivir la narración de lo que está ocurriendo. Pero hay un acto, una actitud y una acción de darte al otro.
Entonces, el otro está contigo y se convierte en un encuentro santo. ¿Por qué? Porque estás compartiendo algo profundo en tí. Estás verbalizando; estás compartiendo con el otro algo; estás comentándolo, pero desde una inocencia. No estás haciéndolo para que el otro te dé una palmadita, o te diga: no pasa nada. Tú eso lo sabes. Lo estás haciendo como un símbolo de unión con el otro. Donde simplemente estoy expresando lo que siento. No necesita ser expresado. No es mejor ni peor.
Simplemente, dado que me has preguntado, estoy compartiendo contigo con una inocencia y una naturalidad absoluta algo que está ocurriendo que a lo mejor en un minuto desaparece; pero ahora que me has preguntado, lo comparto contigo con esa naturalidad con esa inocencia y con esa honestidad. Eso te une.
Muchas veces en este camino, todos lo compartimos… y vemos un proceso … como si fuésemos bipolares.
Hay una alegría inmensa y un cabreo inmenso. La pareja se vuelve “loca” porque como no está ajena a todo esto; dice: «no entiendo nada»,; o sea hoy estás así y mañana así. No sé por dónde pillarte. Es como una locura. «¿Qué te pasa? Estás poseído por él por el bien y el mal.» Como… de repente no sé con cuál te va a tocar hoy. Por eso contaba lo de lo de la naturalidad a la hora de expresarte.
He aprendido, gracias a todos esos procesos de “bipolaridad” a ver la simplicidad, que tratamos de excluir al otro para resolver algo, cuando podemos compartirlo. Entonces no entraríamos nunca en esa bipolaridad, de hoy-bien, mañana-mal. El otro te ve y sólo aparece en la escena “el que está alegre” y luego aparece en la escena “el que está mal” y de repente es… ¡no hay un intermedio! Mientras que, cuando tú compartes siempre estás compartiendo, estás incluyendo ambos en un mismo marco.
Entonces cuando estás mal, estás compartiendo algo que está viviendo Y cuando estás bien, estás compartiendo tú, desde algo que estás viviendo.
Ves lo unificado que es esto? El otro te conoce más completamente, en lugar de tan fragmentado.
Estoy conectado con Dios porque estoy alineado; y de repente es como: “Guau! Cueva!” Y es natural el proceso, pero tú dices: ¿cómo lo normalizo? ¿Cómo se disuelve? Dándote, compartiéndote, expresándote, naturalizándolo, sabiendo que no eres ni uno ni otro; sino aquello donde todo eso está sostenido.
La pareja te ve en todos los momentos, ¿no? Y es cuando tú dices, mira, que te vea que no te escondas en los procesos internos, que simplemente los narres, que sepas que no eres tú, simplemente estás viviendo esto.
Entonces, ¿qué pasa? Que esto os une. Es una actitud de compartir. Y la actitud te une. No te “saca” así todo el rato, sino que el otro dice: ¡ah, vale! Todo esto esta es una danza que está ocurriendo dentro de su inocencia, dentro del ser que es. Pero ahora veo, ya está el marco desde donde están actuando estas dos polaridades.
Se trata de ser naturalmente lo que soy.
El proceso es reconocer que lo soy para luego serlo naturalmente. Cuando algo es natural, no tiene que hacer esfuerzo, es natural. Tú no tienes que hacer un esfuerzo, en el ejemplo, para para ser mujer todos los días; no tienes que levantarte y ponerte un disfraz. No hay esfuerzo, es algo tan natural y asumido, que lo vivo naturalmente.
Entonces, eso es lo que hay que naturalizar, es decir, tu presencia Yo Soy, hacerla natural. Reconocerte ello; y dejar de sostener otra imagen.
Pero, al principio, es un camino de asentamiento, de poner la mente al servicio, de colmarte, de descansar ahí y de mirarte. Poco a poco, vas identificándote con tu verdadera identidad. Es decir, voy aceptando lo que yo soy, tal y como Dios me creó- diría el curso (UCDM).
Pues eso es lo que empiezas a ver. Y ahí cada vez más, cuando se vive esa identidad-Identificación con lo que eres, surge esa manera natural.
Es lo que tú dices, no voy a tener que sostenerlo. No.
Acuérdate que el camino para resumir todo y simplificarlo todo al máximo.
El camino único…, aunque hables conmigo, hables con el otro, hables con no sé quién, leas un libro, ahora aparece no sé quién, y ahora parece no sé cuánto… Todo se simplifica en una cosa; una, una sola: Tú ya eres lo que anhelas. Tú ya eres la inocencia perfecta, realmente. Eres una entidad espiritual completa y perfecta. Tú ya eres la valía perfecta. Tú ya eres la abundancia completa. El camino solamente es de aceptación. No de conseguir, no de alcanzar, no de comprender.
Si hay algo que tiene que ser comprendido es únicamente que yo ya lo soy.
Así que todos los mensajes tienen que señalarte lo que ya eres.
Y el camino del espíritu no es más que uno. Donde paso de negarlo, de negarme a aceptar lo que soy. Y ahora, todo lo que hablemos, está subordinado a eso.
Jorge Pellicer para Matriz del Cambio